14-02-2011

PROMETEO: VALOR Y VIGENCIA DEL MITO

Introducción:

La búsqueda incesante del sentido de nuestra existencia tiene una raíz psicológica en la vivencia de los mitos, especialmente de los antiguos mitos griegos, en torno a los cuales se desarrolló nuestra cultura occidental y, por consecuencia, nuestros modos de sentir y pensar.

Es sabido que el mito existe desde los albores de la especie humana y que en sí mismo es la forma histórica del devenir de la cultura y del hombre en ella. En este breve trabajo se expondrá una síntesis del mito de Prometeo, personaje que simboliza la civilización y que para algunos fue un anticipo de la figura de Cristo. Esto, con el propósito de sacar algunas orientaciones o conclusiones acerca del valor del mito para nuestra ajetreada y a veces vacía existencia humana.

En este trabajo la idea de “mito” adoptada no es la que se emplea corrientemente diciendo que es una historia fantástica, inventada, una mentira o una suerte de ilusión, como ocurre con los llamados “mitos urbanos”, sino aquella descrita por Mircea Eliade y otros estudiosos del tema, para quienes el mito cuenta una historia sagrada, un acontecimiento que ocurrió en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los “comienzos” cuando lo “sagrado” irrumpió en el mundo, y que por su valor espiritual sigue presente en el inconsciente colectivo.

El mito es siempre un relato que se va transmitiendo de generación en generación, una historia que se estima siempre verdadera y que por lo mismo exige respeto y veneración. Aunque sus personajes son seres sobrenaturales, representan la variedad de conductas humanas y del psiquismo que las mueve, las más de las veces idealizados en una atmósfera de sacralidad que explica los orígenes del mundo y de la especie humana.


La forma más significativa de vivir los mitos es a través de la ejecución de rituales, como la misa en la iglesia católica o las ceremonias celtas, que disponen el espíritu a una trascendencia de lo humano. Así ocurría en las ceremonias religiosas en la antigua Grecia, donde se participaba como individuo al ser iniciado en un culto o como integrante de una comunidad devota a un dios o varios dioses.

La leyenda (de lo que llegó a mis ojos y oídos):

El relato mítico nos cuenta que en los orígenes del Universo los humanos no existían y que sólo los dioses poblaban la vastedad del mundo. El poderoso Zeus, que había destronado a Cronos con la ayuda de otras deidades, regía el Olimpo con la potencia del rayo y otras fuerzas primordiales. Prometeo, el previsor y reflexivo titán, a Zeus dio sus consejos, mas no participó en esas guerras celestiales, porque le parecían demasiado cruentas e insoportablemente prolongadas.

Aquellas guerras trajeron terribles consecuencias. La tierra estaba despoblada porque debido a los numerosos enfrentamientos, tierra, mar y aire se habían convulsionado tanto que desapareció todo vestigio de plantas y animales. Zeus se vio obligado a poner orden en el caos imperante tanto en la tierra como en el cielo. Resolvió entonces que cada uno de los dioses tendría una responsabilidad de la cual tendrían que dar cuenta en el consejo de los olímpicos. De esta manera estarían todos ocupados y él podría dedicarse a holgar tranquilamente.

Prometeo, el titán hijo de Themis y Japeto, tenía un hermano gemelo, Epimeteo, que estaría a cargo de la vida animal, y otro, de fuerza descomunal, llamado Atlas, a quien le correspondió sostener por siglos nuestro planeta sobre sus espaldas. A Prometeo se le asignó la misión de repoblar el mundo, por lo que un día, cuando en oriente nacía la Aurora sonrosada, bajó a la tierra, tomó suave y consistente arcilla y construyó figuras singulares de traza delicada, las que resultaron bastante semejantes a los dioses. Con fuego lento les dio textura acrisolada y con el soplo ardiente de su divina estirpe animó gozoso la arcilla humanizada. Así fue que vino al mundo el hombre y su simiente.

Al contrario de Prometeo, Epimeteo era tardo en pensamiento y debido esta misma condición acabó presuroso una disposición emanada de Zeus tonante. Ocurrió que se le entregaron muchas capacidades para ser distribuidas entre seres vivos, pero se las gastó todas con las plantas y animales, olvidando a la especie humana, que quedó indefensa, desnuda y llorando el sufrimiento. Movido a compasión, Prometeo no dudó un solo instante: otorgó a los humanos el don de caminar erguidos mirando las estrellas y resarció en ellos las múltiples carencias que el torpe Epimeteo les había dado como herencia. Subió después a los cielos y encendió una antorcha en el carro de oro de Helios, el sol resplandeciente, trayendo luego el fuego a su obra humanizante, la que mejoró su potencial cuando Atenea les colocó en la frente esa chispa eterna que es espíritu y razón: la preciosa inteligencia. A pensar y aprender les enseñó después con gran paciencia y, al mismo tiempo, a hablar y cantar en afán o esparcimiento. Los llevó a descubrir de las plantas propiedades, de las flores la belleza y del metal sus cualidades. Fabricaron herramientas, instrumentos musicales, habitaciones confortables. En suma, eran felices, prosperaban.

Prometeo ayudaba a los humanos cuando sacrificaban animales en honor a Zeus omnipotente. Dándose cuenta que por este motivo la gente comenzó a padecer hambre, en una ceremonia no encontró nada mejor que armar dos montones: uno pequeño, con la carne, y otro, más grande, con la grasa y los huesos que cubrió con la piel del animal sacrificado. El goloso Zeus eligió el montón más grande, es decir, las sobras, pero cuando se dio cuenta del engaño montó en violenta cólera y decretó que desde ese instante se prohibía el fuego a los humanos. El mundo se sumió en las tinieblas y por cuarenta días con sus noches llovió sin intervalos. De más está decir que aparecieron el hambre, el frío y las enfermedades.

Por primera vez Prometeo lloró desconsolado. Entonces ascendió a los cielos nuevamente, robó una chispa del radiante fuego, lo escondió dentro de una caña y volvió a dárselo a la pobre gente. Para compensarlos, los liberó de la obsesión demente de saber el día de su propia muerte, les otorgó el don de soñar como los dioses soñaban y el divino poder de crear mundos partir de la palabra.


Aconsejado por los dioses, que no veían con buenos ojos el desarrollo humano, Zeus buscó formas más sutiles para perjudicar a Prometeo y los mortales. Encargó a Hefesto que modelara una hermosa mujer, a quien llamó Pandora, y que llegó hasta donde el titán con una caja de regalo enviada por el soberano. Prometeo se abstuvo de recibirla porque sospechó de sus demasiados dones, pues aparte de su belleza corporal (en verdad estaba “hecha a mano”), tenía voz cautivante y una astucia a toda prueba. Al verla soltera y disponible, el atolondrado e impulsivo Epimeteo la tomó como su esposa de inmediato. Consumado el matrimonio y ya dormido Epimeteo, la mujer, que además era curiosa, quiso sustraer el secreto de la caja misteriosa y al levantar la bella tapa de oro laminada soltó todos los males que allí estaban encerrados. Se abalanzaron en furiosa danza la muerte, el hambre, el dolor, las enfermedades, la fatiga, el odio y la mentira. Sin embargo, para bien o para mal, en el fondo quedó la Esperanza, que dormía con sus alitas plegadas.

Tal estado de cosas no concluyó con ese evento lamentable. Lágrimas de hombre lloró Prometeo después en el Cáucaso rocoso. Por haber infringido los edictos divinos y por haber robado el celeste fuego que entregó a los humanos, Zeus lo condenó a ser encadenado a la roca más dura y desolada. El cojo Hefesto, asistido por la Fuerza y la Violencia, le encadenó los pies y los sujetó a la roca del calvario, lo mismo que hizo luego con las manos. Y allí quedó, soportando el dolor, el frío, el calor, la lluvia, los truenos, el viento y mil calamidades.



No contento con ello, Zeus envió a su perro alado, al águila insaciable, a que lo torturara cuando el alba despuntaba. El águila le devoraba la mitad del hígado durante el día y éste, por la noche, se regeneraba. Zeus en su trono y con la soberbia propia del tirano se burlaba de las desgracias del titán, justificando con su ejemplo las injusticias de dictadores terrenales.

Y así, muriendo de día y de noche renaciendo, siglos de soledad y sufrimiento Prometeo soportó callado, llorando a veces con los dientes apretados. Sufrió, lloró, temió, sobrevivió, se hizo hombre en su martirio aferrado sólo a su voluntad y su conciencia. Jamás renunció a su pacto con los humanos, ni siquiera las veces en que Hermes, el alado mensajero enviado por Zeus, le rogó, lo amenazó y hasta le ofreció prebendas que los otros dioses no gozaban.

Parecía que para el valeroso titán todo había terminado… Pero fue un hombre portentoso, un semidiós, hijo del divino Zeus y de la mortal Alcmena, quien una mañana de rutilante de fragante primavera con certera flecha traspasó al águila funesta. Era Hércules, el formidable gigantón de los doce trabajos, que rompió las cadenas y los clavos que indignos tenían prisionero a Prometeo. Y allí, en la cima sin fin y al borde del abismo, hombre y dios fundieron sus pechos en un solemne abrazo que hizo estremecer al universo entero. Siglos de miseria e ignorancia quedaban atrás. Un nuevo día de paz, justicia y libertad comenzaba sobre la tierra.


Inmediatamente después de este acontecimiento el consejo de los olímpicos se autoconvocó para decidir qué hacer frente a esta nueva alianza que percibían como una amenaza demasiado potente y de complejas implicancias. Que los dioses se reunieran de esta insólita manera sorprendió a Zeus, aunque no tanto, porque desde hacía tiempo lo inquietaba el secreto temor de que algún día sería destronado. Visto que ninguna de las deidades manifestara oposición a su mandato y que por el contrario solicitaban una directriz clara y segura, se retiró a meditar en su templete privado que flotaba entre las nubes.

El tiempo celestial es mucho más amplio que el de los humanos y más perdurables, insondables y misteriosas las decisiones de la divinidad. Muchos años después, cuando Zeus volvió a manifestarse ante los mortales, no lo hizo del modo habitual que utilizaba para seducir a las más bellas mujeres, esto es, suplantando la figura de sus esposos para yacer con ellas, raptándolas disfrazado de toro, o simplemente como una nube, una lluvia de oro o una luz que dejaba encinta a las más hermosas doncellas. No, esta vez se hizo invisible pero comprensible para la inteligencia y el entendimiento humano. Desde entonces se manifestó como el “Logos”, palabra griega equivalente a “sentido”, “significado” o “propósito”, elementos que son fundamentales para la felicidad del género humano. Del Logos devinieron la comprensión, el perdón, la justicia y el derecho inalienable a pensar cada uno por sí mismo. Por lo visto y oído, Zeus también se humanizó, quedando para siempre en la memoria de los pueblos.


Comentario:
El héroe mítico representa lo consciente y su sacrificio, el devenir de la conciencia, condiciones estas que lo mantienen siempre vigente como fuerza psíquica transformadora. El personaje de cómics “Superman”, la saga cinematográfica “La Guerra de las Galaxias” o la literatura fantástica al estilo de “El señor de los Anillos”, son sólo una versión moderna, aunque degradada, de los antiguos héroes mitológicos que permanecen latentes en el inconsciente colectivo.

Existen muchos dioses griegos con diversos atributos, Hera, Hermes, Helios, Afrodita, Atenea…, con los que cada persona puede identificarse y reconocer en sus conductas. Pero cuando se trata de héroes míticos, que están más cercanos a la condición humana, éstos deben enfrentar pruebas, sufrir adversidades o realizar trabajos imposibles para el común de los seres humanos. Aquí el mito enseña que cada ser humano debe reflexionar sobre sí mismo, construirse y perfeccionarse, sacrificarse para lograr lo que anhela tanto en lo espiritual como en lo material.

Observación importante: Un mismo mito puede ser interpretado y entendido con ópticas diferentes sin perder su esencia. En el caso del mito prometeico, el ingeniero y doctor en Economía Alexander Galetovic, cuando analiza la instalación del libre mercado en Chile a partir de las reformas ocurridas en el gobierno militar entre 1973 y 1989, afirma que “Prometeo ya estaba libre en 1981”. Esta referencia a Prometeo es la contraparte del filósofo y economista Carlos Marx, partidario de sistemas económicos cerrados con intervención discrecional del Estado en la fijación de precios y salarios, quien consideraba a Prometeo como símbolo del progreso y el santo-mártir más emblemático en la liberación de los pobres frente a la clase dominante.

Una esperanza: Quién sabe, pero es posible que Prometeo resurja en nuevas utopías donde el desarrollo humano se mida más por el estado de felicidad que por el ingreso per capita. Las nuevas generaciones tienen la posibilidad de hacerlas realidad de modo sustentable y trascendente.

30-01-2011

SENTIDO DEL LIDERAZGO FEMENINO


Lucha, conquista, dominio, miedo, control, poder. Palabras de ayer y de hoy. Predominan en la prensa, el cine, la televisión; asoman en la calle, en el trabajo; invaden el hogar. Son palabras que expresan nuestro emocionar y actuar, nuestro modo de convivencia, nuestra cultura. La vieja cultura patriarcal a que pertenecemos basa el convivir cotidiano en la aceptación de las jerarquías, la autoridad y el poder; en la valoración del crecimiento, de la procreación; y en la justificación racional del control del otro a través de la apropiación de la verdad. Las prioridades han sido siempre los objetivos masculinos: el control del intelecto y el dominio de la naturaleza. Durante siglos ha prevalecido la imagen de una mujer sometida a los rigores del hogar, impecable, casta, silenciosa y única responsable de la crianza de los hijos. En muchas culturas el varón sigue siendo el guerrero, el fuerte, el mejor alimentado, el que debe tener todo lo que desea, el que decide, el que impone su voluntad y el que merece mayor respeto. Seguimos identificando a los hijos por apellidos que representan sólo la relación paterna. Ser “el hombre de la casa”, es el honor aún aspirado por los niños para asumir el privilegio que gozaron los padres, abuelos, bisabuelos o tatarabuelos. O sea, por los siglos de los siglos. Esto no significa que todos los hombres sean inevitablemente violentos y belicosos. Recordemos la no violencia activa de Ghandi, Luther King, John Lennon, Mandela… El problema implícito no es el hombre como sexo. La raíz del problema reside en un sistema donde el poder de lo masculino se ha idealizado, enseñándole a hombres y mujeres a equiparar la verdadera masculinidad con la violencia y la prepotencia, y a considerar como "demasiado blandos" o "afeminados" a los hombres que no se adaptan a este ideal. A fines del siglo XVII y comienzos del XVIII surgió una luz de esperanza para la humanidad. Es la “Ilustración”, movimiento de ideas filosóficas y políticas que se extendió desde Inglaterra a Francia y Alemania e irradió hacia el resto de Europa, llegando incluso a los nacientes países americanos. Considerado uno de los períodos más intelectualmente revolucionarios de la historia, se caracteriza por una confianza plena en la razón, la ciencia y la educación, para mejorar la vida humana. Junto con una visión optimista de la vida, la naturaleza y la historia, promueve la tolerancia ética y religiosa, la defensa de la libertad del ser humano y de sus derechos ciudadanos. La “razón crítica”, que es pensar con libertad, ha de ser la luz de la humanidad, por eso a este período se le conoce también como “Siglo de las Luces” o “Siglo de la Razón”. Lamentablemente, la historia muestra cómo los poderes fácticos han torcido las mejores intenciones al apropiarse de los avances del pensamiento y de la ciencia. Rian Eisler, en su libro “El Cáliz y la Espada”, dice que gracias a la Ilustración “Por fin, la milenaria lucha de la humanidad por la justicia, la verdad, la belleza, podría llevar nuestros ideales a la realidad. Pero gradualmente, esta gran esperanza y promesa comenzó a declinar”. Durante los siglos XIX y XX, cada vez que se podía, y justificada por nuevas doctrinas “científicas y racionales”, se continuó oprimiendo, matando, explotando y humillando a los congéneres. Prosiguió la esclavitud económica de las que llamaron “razas inferiores” y las guerras coloniales se emprendieron con nuevos propósitos: el “libre comercio” y la “contención” de las potencias rivales. El control masculino sobre las mujeres es justificado ahora por dogmas “científico-racionales”, que Nietzche enuncia brutalmente: "El hombre debe considerar a la mujer como propiedad, un bien que es necesario poner bajo llave, un ser hecho para la domesticidad y que no tiende a su perfección más que en esta situación subalterna". Obviamente, no tardaron en surgir movimientos feministas que reivindicaban la dignidad y los derechos de la mujer, así como la exigencia de paz y de justicia. Esas imposiciones son la oscura herencia que la humanidad sigue soportando en este siglo XXI. Armados de una racionalidad exenta de sentimientos humanistas, algunos siguen hablando de cómo “dominar” la naturaleza, “subyugar” a los elementos y “conquistar” el espacio. Inmersos en su cultura de temor y muerte, jefes de las potencias mundiales explican cómo tienen que emprender guerras o invadir países para conseguir la paz, la libertad y la igualdad, de cómo tienen que asesinar a niños, mujeres y hombres en acciones terroristas para brindar, según ellos, dignidad y liberación a los pueblos oprimidos. Las víctimas de estas acciones violentas no pueden encontrar una “razón” mínimamente aceptable que justifique tanta barbarie. Rescatar y practicar las ideas ilustradas es un desafío para quienes creemos en la libertad de pensamiento. Todos los movimientos modernos post-Ilustración en pro de la justicia social, sean ellos religiosos o seculares, y los más recientes movimientos feminista, pacifista y ecologista, forman parte de un impulso básico para transformar un sistema dominador en un sistema solidario, como fue en sus orígenes la especie humana. Pero, para que estas ideas se hagan realidad, es necesario que hombres y mujeres, hagamos funcionar los dos hemisferios de nuestro cerebro: el racional y el emocional. Seguir ignorando nuestras emociones significa perder su riqueza y sus beneficios, favorecer las enfermedades psicosomáticas y desaprovechar la felicidad y satisfacción que producen las relaciones humanas armoniosas. El corpus callosum, zona del cerebro que conecta a los hemisferios izquierdo y derecho, es más amplio en la mayoría de las mujeres que en la mayoría de los hombres. Muchas mujeres, al hablar y pensar, recurren a más áreas del cerebro que los hombres, hacen más cosas a la vez. Al descubrir algo, recuerdan su sensación, aroma y gusto. Literalmente se “iluminan” más partes del cerebro. Tienen un cerebro “relativista” que ve cómo una solución puede ser adecuada en diversas situaciones, mientras que el enfoque “no-relativista” ve una sola respuesta correcta. El planeta Tierra necesita ahora este tipo de cerebro “relativista”. Con esta “iluminación” emergerá una nueva esperanza, un cambio de paradigmas que incorpora el principio femenino para encontrar solución a los múltiples problemas que están poniendo en peligro el equilibrio de la naturaleza y la existencia de la especie humana: amenazas de guerra atómica, destrucción del medio ambiente, contaminación ambiental, drogadicción, capitalismo despiadado… Carl Gustav Jung dice que en cada hombre cohabita “algo femenino” (ánima) y en cada mujer “algo masculino” (ánimus), semejante a la biología humana, donde las hormonas masculinas y femeninas existen, en distintas proporciones, en los cuerpos masculinos y femeninos. Estos arquetipos o imágenes del inconsciente no son privativos para cada sexo. Ambos pueden ser luz o sombra, es decir, lo masculino o lo femenino de nuestra psiquis que aceptamos o rechazamos desde el Yo consciente. Estar psicológicamente completo supone vivir lo masculino y lo femenino de acuerdo con las proporciones que cada uno tenga en sí mismo. Entre los arquetipos femeninos, Atenea, diosa griega que nació adulta de la cabeza de su padre, aparece muy cercana al mundo masculino. Portando coraza, lanza y escudo, es la gran estratega de pensamiento lúcido y actuar decidido. Valora el pensamiento racional, defiende el dominio de la voluntad y del intelecto sobre el instinto y la naturaleza. Así vimos años atrás a la Secretaria de Estado Condoleeza Rice, imitada por algunas en el Chile nuestro, quien desplegaba su masculinidad, su animus, al actuar decidida en la política, la economía, el control mundial y las guerras. Distinta es Artemisa, diosa de la caza y de la luna, cuyos dominios eran los bosques y la naturaleza salvaje. Se la representaba como portadora de la luz, llevando antorchas en sus manos o con la luna y las estrellas rodeando su cabeza. Este arquetipo es una personificación del espíritu femenino independiente. Representa a la líder o ejecutiva que no ha perdido su feminidad y que puede sentirse completa sin que exista necesariamente una presencia masculina a su lado. ¿Cuál es vuestra diosa? Existen muchas, con diversos atributos: Afrodita, Ceres, Demeter, Hecate... Si no la conocéis, buscadla en vuestros sueños. A nuestro mundo - culturas, sistemas, estructuras - le falta ánima y le sobran formas concretas de ánimus y, así, la totalidad está desequilibrada. Este desequilibrio fundamenta relaciones injustas y jerarquizadas, excesivamente basadas en el poder, que relegan la dimensión femenina y absolutizan la viril. Lo masculino es la Espada, lo abstracto, que separa, discrimina, controla, conquista, aguanta, supera, lucha y crea. Lo femenino es el Cáliz, lo concreto, que recibe, acoge, permite, transige, absorbe, disuelve, une, conecta y gesta. El sentido del liderazgo femenino radica allí, en su propia esencia, pero se potencia y se realiza mejor en la acción armónica de ambos principios. Con el lema “Hagamos el amor y no la guerra”, las protestas mundiales de los años sesenta contra la guerra de Vietnam vieron aparecer la píldora anticonceptiva, que dio a la mujer la posibilidad de decidir cuándo y con quién tener hijos. Así surgieron mujeres líderes que fueron estableciendo las bases para lo que se vive en el mundo de hoy. Ese fue un tremendo avance, aunque insuficiente, porque aquella mujer que primero ha sido prisionera psicológica de los padres, después del marido, o de los hijos, y no se ha liberado, siempre va a tener algo pendiente y, tal vez, no sea feliz. En Chile se ha avanzado bastante sobre derechos y deberes de la mujer: se valora y protege la maternidad, se penaliza la violencia intrafamiliar, existe una ley de divorcio “perfectible”, está prohibido que se las discrimine al optar a un trabajo; pero no se discute y no se legisla sobre el aborto terapéutico, la clonación y la eutanasia, temas que les afectan directamente. Es importante que las mujeres se reúnan, pues tienen mucho que hacer y conquistar. Necesitan observar, estar atentas, respetar, acostumbrarse a disentir, conversar sobre sus diferencias, y aunar sus esfuerzos. Precisan juntarse y crear bases de poder dentro de ellas mismas, no afuera. Cada una debe ser su propia líder y dirigir su destino. Para eso, es imprescindible abandonar el rol de víctimas, ya que si continúan identificándose solamente con la mentalidad de supervivencia, no tendrán energías para avanzar. Pertenece a las mujeres reintroducir la energía propiamente femenina en nuestra sociedad, en el ámbito familiar, profesional, social o político. Pero el problema es que muchas mujeres, a menudo, pierden el contacto con su naturaleza femenina profunda. La idea del universo como una Madre que lo da todo, ha sobrevivido hasta nuestro tiempo, sin embargo, apartándose de la Rueda de la Vida, la mayoría ya no sabe sentirse Tierra y valoriza más el intelecto y la imagen de poder; confía menos en su intuición, aunque al mismo tiempo busca darle un lugar al sentimiento natural de ternura y compasión. La paradoja es que sólo yendo al encuentro de la verdadera naturaleza femenina y respetándola, es como las mujeres pueden acceder a su poder de mujer. Así lo hizo Rigoberta Menchú, humilde indígena de Guatemala y premio Nobel de la Paz. Encontró el coraje para convertirse en portavoz de millones de oprimidos. Tomó el camino del “guerrero de la paz”, al desear restaurar la paz y la armonía, y al atreverse a defender las dos leyes cósmicas de los indígenas: respeto por lo femenino de la naturaleza y respeto por las generaciones futuras. Lo femenino no se aprende en los libros ni a través de los roles, sino a través de las vivencias del cuerpo y la apertura del corazón. Chile se sumó a estos aportes con la llegada al poder de la primera mujer Presidente de la República. La doctora Michelle Bachelet con su “palabra de mujer”, que hoy resuena en Naciones Unidas, privilegió un gabinete en el que actuaron - de manera equiparada - hombres y mujeres. En cierto modo, el actual gobierno continúa con esta buena fórmula. Por el momento, es lo que debe hacerse: buscar la paridad. Con ello, quiérase o no, irán cambiando muchas creencias que harán desaparecer el cuestionado machismo. Cuando el país se acostumbre a que hombres y mujeres valen por su talento y no por su sexo, no importará mucho si lo femenino o lo masculino tiene mayor presencia. Lo masculino aún se vive en Chile de manera machista, ambiciosa de poder, poco relajada, desleal consigo misma, sexista. Y la esencia femenina, a pesar de que está más despierta y puede que se arriesgue más y se acerque más al amor, no está totalmente dueña de sí misma y le teme a la soledad. En esta perspectiva, los varones chilenos vamos asumiendo que los cambios son importantes y - sobre todo - respetables. Dentro de esos cambios, es necesario rescatar las peticiones femeninas de hace unas décadas, en el sentido de que el varón fuera “sacando” su lado femenino y explorando las distintas posibilidades de colaboración con la mujer, en tareas que él siempre sintió que no le correspondían, como limpiar, cocinar o criar los hijos. No se trata de llegar al extremo de transformar lo masculino de su personalidad en algo femenino, menos aun homosexual. Lo cierto es que dejaron de estar de moda los machos violentos y autoritarios. También los exageradamente sensibles. A las nuevas generaciones el accionar puramente patriarcal les parece cada día más lejano. Ya llegará el día en que ello no constituirá más que un triste recuerdo de los tiempos en que las mujeres eran anuladas en todos sus derechos, incluyendo el placer sexual, el más íntimo de los derechos. Hoy el tema es entender que una pareja es la suma de un hombre y una mujer que desean hacer de la vida algo común y feliz. Las actitudes correctas son no pensar sólo en sí mismo; escuchar y que te escuchen; proponer y oír propuestas; decidir en conjunto; fomentar el respeto y sentir que se es parte de un todo. La base de esta actitud es el amor, que purifica el espíritu y alimenta la fantasía, aunque debe entenderse también que “No hay lazo que una más a dos personas, que la afinidad de ideas y pensamientos”. En general, los hombres disimulamos el amor, porque en el mundo machista no está bien verse enamorado. Y producto de ese primer error muchas mujeres se vuelven simuladoras. Para cambiar y ser auténticos necesitamos la comunicación. Nadie puede hacerse el ignorante al respecto, porque todos queremos, aunque sólo algunos se atreven. ¡Atrevámonos! Erich Fromm aclara que el amor es una actividad, un poder del alma. Lo describe como una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un “objeto” amoroso. Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egotismo ampliado. Agrega que la clase más fundamental de amor, básica en todos los tipos de amor, es el amor fraternal, y que por él se entiende el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento con respecto a cualquier otro ser humano, el noble deseo de promover su vida. Este es el amor que debiéramos practicar los hombres y mujeres del planeta. Por eso es necesaria y urgente una educación laica que integre lo racional y lo emocional, lo femenino y lo masculino, para formar, desde la niñez, hombres y mujeres más tolerantes, más solidarios, más humanos.

19-11-2006

CORRUPCIÓN POLÍTICA EN CHILE

Hablando acerca del futuro de nuestro país, un amigo ya fallecido y que no militaba en partido alguno, afirmó convencido: "En política acciona lo más deleznable de la especie humana". En esa reunión de amigos, quienes éramos fervientes seguidores de la Concertación tomamos con humor su punto de vista . Sin embargo hoy, con sólo la información de la prensa, tendríamos que hallarle toda la razón. Con sólo lo que entrega la prensa, porque siempre queda la sospecha de que la verdad puede ser cambiada, torcida, postergada, ocultada, negociada. La "lógica del poder", tan propia de la política, debe ser transparente en su intención y puesta al servicio de propuestas que impulsen la felicidad humana y el progreso social. A nosotros, los "ciudadanos", nos resulta muy duro comprobar que ciertos políticos traicionan lo más noble que tiene esta actividad: la posiblidad de construir una sociedad donde imperen la libertad y la justicia social. Como verdaderas estrellas de la farándula, sean de izquierda, centro o derecha, aparecen en televisión esos personajes públicos que convierten en "agenda oculta" la razón de ser de la política. Son los que "operan" a través de terceros, compran lealtades, administran redes de influencia y poder, y que a través de los medios de comunicación tienen el descaro de erigirse como sancionadores morales del resto de sus congéneres. A pesar de la corrupción que muchos de los políticos chilenos han incorporado en sus prácticas habituales, tanto para figurar como para alcanzar cargos y representaciones, la política sigue siendo una actividad noble, aunque no exenta de debilidades. El sistema democrático, hasta ahora la única forma más igualitaria y expedita de elegir gobernantes, no tiene una fórmula que prevenga contra la elección de mendaces, ambiciosos, hipócritas e ignorantes. Recordemos las falsificaciones de certificados de estudios para cumplir requisitos de inscripción como candidatos, las facturas ilegales conseguidas para hacer rendiciones de cuentas, loa fraudes al Fisco y las denuncias contra empresas infractoras, que jamás han llegado a conclusiones o sanciones porque "misteriosamente" quedan en el olvido. Mientras el pueblo, que somos todos los que vivimos de nuestro trabajo, no alcance niveles de educación y desarrollo que le permitan ejercer no sólo la crítica, sino todos sus derechos y deberes ciudadanos, los enemigos de la libertad y la democracia tendrán muchas y variadas oportunidades para manipular las necesidades y sentimientos de los más desposeídos. En múltiples hechos denunciados ante la opinión pública se advierte que los perjudicados no son los ricos, ni los empresarios, sino los beneficiarios de los programas de desarrollo y promoción social que financia el Estado, que se supone representa a todos los chilenos. En consecuencia, es urgente y necesario perfeccionar el sistema electoral y democratizar la participación al interior de los partidos. Si los problemas de corrupción, que pueden ser sólo una muestra de algo más amplio, intrincado y transversal a la sociedad chilena, no son corregidos con oportuna severidad por el Gobierno y los partidos políticos, habría que buscar otras formas de hacernos oir y respetar. Están en juego la dignidad de las personas y el futuro de este país, que se debate entre la realidad del modelo económico neoliberal imperante y los anhelos de superación material y espiritual de su gente. De lo contrario, no tendríamos más opción que superar la "rebelión de los pingüinos" y gritar con toda la fuerza del alma: ¡Basta! y ..."echar a andar".